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sábado, 18 de agosto de 2007

El Ciudadano Kane de Orson Welles



"Citizen Kane" es una una película magistral realizada por un joven prodigio de sólo 26 años de edad, que inventa con insólita personalidad -y de golpe- varios conceptos cinematográficos de primer orden. “Citizen Kane”, que hoy está indiscutiblemente considerada como la mejor película de todos los tiempos, ni obtuvo un gran éxito de público en su estreno, ni se llevó los premios que, quizá, la juventud y poca modestia de su director le privaron de conseguir. Narra las aventuras y desventuras en la ajetreada vida de un magnate de la prensa llamado Charles Foster Kane (Orson Welles) que fallece solo en su gran mansión pronunciando una única palabra: "Rosebud". Con la intención de averiguar su significado un periodista llamado Jerry Thompson (William Alland) comienza a investigar la vida del fallecido para intentar averiguar el significado de su última y misteriosa palabra entrevistando a las personas que vivieron y trabajaron con Kane. Las entrevistas se suceden y con cada persona afloran vivencias y recuerdos que ayudan a modelar la compleja imagen del fallecido millonario, pero, que no aportan datos sobre la misteriosa palabra. En diferentes momentos, los personajes especulan que “Rosebud” era algo que Kane perdió o que nunca pudo conseguir. Pero Rosebud era simplemente un trineo de la infancia de Kane. La historia está basada en la vida de William Randolph Hearst, magnate de prensa sensacionalista en esa época quien, indignado, usó, para vengarse, todos los resortes a su alcance para garantizar la marginación de Welles en el mundo del cine y obligarle a participar en películas menores, alejado de los grandes estudios. Particularmente doloroso le resultó a Hearst que el principal misterio de la película, la última palabra proferida por Kane antes de morir, “Rosebud” (“capullito de rosa”), que en la película es un trineo de juventud de Kane, correspondiera al apelativo familiar con que Hearst llamaba al clítoris de su amante, Marion Davis. El filme sin duda marca un antes y un después en la historia del cine. Técnicamente no inventó nada, pero sí usó todos los recursos existentes hasta ese entonces de manera magistral. Pero también añadió algo absolutamente nuevo: la mirada personal del autor: el director como un narrador omnisciente que quiere contar la historia a su manera. El niño prodigio de la radio y de la escena, Orson Welles, todavía era un novato del cine cuando la RKO lo introdujo en Hollywood con un contrato que le garantizaba plena libertad artística. Habia llamado la atención de Hollywood gracias a su singular narración radiofónica de “La Guerra de los Mundos”, que consiguió hacer creer al cultivado y escéptico público americano en una invasión extraterrestre. Encantado con los recursos de un gran estudio el jovencísimo director pronto rompió las reglas no escritas del cine comercial. Orson Welles, creador total, se encarga de la dirección, actuación y escritura del guión de esta película. Pero su película es un fracaso de taquilla, es un fracaso relativo en los Oscar y supone, en suma, la caída de un Welles recién entronizado. Caída que durará, con altibajos, el resto de su vida.

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