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sábado, 11 de julio de 2009

Ultimo tango en Paris de Bernardo Bertolucci



Una mañana de invierno un hombre y una muchacha se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y hacen el amor violentamente en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio establecen el pacto de volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse sus nombres. Él (Brando), es un hombre de 45 años que vive en París, destrozado por el suicidio de su mujer. Ella (María Schneider) es una belleza parisina de 20 años prometida con un joven cineasta. A pesar de no saber ni sus respectivos nombres, estas almas torturadas se juntan para satisfacer sus caprichos sexuales en un apartamento tan desnudo como sus oscuras y trágicas vidas. Atrapados en el desaforado ritmo de una danza carnal que parecen no poder parar, estos amantes imposibles llevan sus pasiones a alturas profundidades eróticas más allá de lo que nunca habrían imaginado. El personaje protagonista es un ser autodestructivo, un superviviente del que nadie sabe si en realidad intenta salir de la angustia que le ha provocado el todavía reciente suicidio de su esposa. Busca todo menos amor: una relación en la que no importen los nombres sino la intensidad. “Puto Dios” dice Paul (Marlon Brando) debajo del puente sobre el cual pasa el Metro, en un París invernal y triste, más triste aún por la fotografía en tonos sepias de Vittorio Storaro. Paul, camina con su cara de angustia y desesperación que atrae la atención de Jeanne (María Shneider), una bella joven de abrigo y sombrero con flores que pasa a su lado. En unos pocos minutos, el azar los volverá a juntar: Jeanne pretende alquilar un apartamento y allí se encontrará de nuevo con aquel hombre. Y en unos pocos minutos estarán revolcándose como perros en el piso de ese desolado apartamento. “No quiero saber nada de tu pasado”, le dice Paul a Jeanne. Nada de nombres, nada de ternura: sólo sexo furioso y urgente, violento y animal bajo la música algo pegajosa y free del saxofonista Gato Barbieri. Sexo anal (con la ayuda de la manteca), masturbaciones, palabras procaces, gruñidos. Rosa, la mujer de Paul, acaba de suicidarse y Jeanne, con su cara de niña angelical y perversa, espera a su novio Tom (Jean-Pierre Leaud), un ingenuo cineasta que proyecta hacer un película sobre ella (quiere filmar “todo sobre ella” pero ignora lo más importante). Paul quiere apaciguar su dolor y, tal vez, sus deseos de matarse. Y Jeanne quiere emociones fuertes antes de su matrimonio. El resultado: una relación intensa y destructiva que terminará produciéndoles adicción. Una relación sin compromiso, sin pasado, sin futuro, alimentada únicamente de presente, es imposible. O, al menos, está condenada a ser fugaz. El placer tiene un límite, hay un momento en que ya no se pueden alcanzar nuevos clímax y lo que queda es plagiarse: repetición y caída del deseo. O trasgresión (“puta familia” le dice Paul a Jeanne mientras la sodomiza). Y la trasgresión, el mal, como lo sabía muy bien el Marques de Sade, termina en sangre, muerte y fatal monotonía. Paul, el duro, porque su corazón ha quedado congelado con el suicidio de su mujer (el diálogo con su cadáver es el momento más alto de la actuación de Brando), lleva la iniciativa. Inteligentemente entiende que esa aventura debe acabar: abandona el apartamento, el lugar clandestino de sus encuentros furtivos. Pero comete el error de proponerle que vuelvan a empezar otra historia “afuera”. Y “afuera”, sólo hay lugar para lo vulgar y lo corriente, donde él será un hombre mediocre que vive en un hotelucho y se enamora de una bonita muchacha con la cual quiere casarse. Y ella, una pragmática mujer que vislumbra un mejor futuro con su novio cineasta. Mejor bailar el último tango o matarse, que es lo que finalmente terminará ocurriendo. Un último baile descompasado que, narra el naufragio urbano de dos perdedores en la ciudad que nunca más volverá a ser la del amor. París pone el dolor, Brando la desesperación (y una inmensa interpretación) y Schneider el cuerpo; para grabar con pornográfica alevosía unos íntimos actos de amor y una salvaje violación en los secretos escondidos de dos personas que creen saber ocultarlo todo y se les ha olvidado vestirse.

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