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lunes, 24 de junio de 2013

La huella (Sleuth) 1972 de Anthony Schaffer por Joseph L. Mankiewicz



Andrew Wyke, un famoso escritor de novelas policíacas, coleccionista de juguetes y aficionado al juego, invita al amante de su mujer, un peluquero llamado Milo Tindle a su mansión, en donde le propone un robo de unas valiosas joyas. La pasión por los juegos de ingenio y las adivinanzas de Andrew Wyke lo ha llevado a convertir su gran mansión en una especie de museo, donde se exponen los juguetes y mecanismos más extravagantes. Milo Tindle es propietario de una cadena de salones de belleza. Ambos mantienen un encuentro en la mansión del primero, el cual ofrece a su rival un estudiado plan para resolver sus diferencias beneficiándose mutuamente. Toda la acción transcurre dentro de la mansión, rodeados de diversos muñecos y robots automatizados, juegos de mesa, cajas de música, disfraces y un magnífico jardín laberíntico. Escena tras escena, la tensión va aumentando paralelamente con la intriga. La amistosa cordialidad del principio se muta en una cruel competencia por averiguar cuál es la mente más lúcida e intelectual de ambos contrincantes. Un juego que empieza como una diversión mutua entre ambos protagonista se va trasladando a una cruel venganza y una intensa lucha de humillación. La película está basada en la obra teatral del mismo título de Anthony Schaffer. La reunión, supuestamente, tiene el objeto de llegar a un acuerdo por el cual los amantes puedan legalizar su relación, casarse, previo acuerdo por parte del marido para que firme los papeles del divorcio. Cosa que, por supuesto, no entra en los planes de éste. El duelo que va a tener lugar sobre las tablas del escenario es un duelo a muerte, porque ambos tipos no pueden compartir el mismo mundo ni la misma mujer. Cada uno emplea las facultades propias: Wyke, el conocimiento, la lógica y la ironía; Tindle, el instinto, la energía y la fuerza que proporcionan el resentimiento y el espíritu de venganza que tanto estimula la inteligencia de los humillados. Mas, en esta historia, ¿quién es, en rigor, el humillado y quién el ofendido? Ambos atacan con sus propias armas en dirección a los puntos más vulnerables del contrario. La prepotencia, la autoestima y el honor conforman el talón de Aquiles de Wyke, a quien le confunde (le «descoloca») la rebelión imprevista del inferior. La ira, la crueldad y la desmesura caracterizan el orgullo del pobre, marcan las artes grotescas de Tindle. Ambos se dejan la piel en la partida cruel.

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