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miércoles, 31 de julio de 2013

El largo adiós de Raymond Chandler por Robert Altman (1973)



"La primera vez que posé los ojos sobre Terry Lennox, él estaba borracho en un Rolls Royce Silver Wraith, frente a la terraza de The Dancers. Tenía un rostro de aspecto juvenil, pero su cabello era de color blanco hueso." Son las palabras del narrador, el irónico y sentimental detective Philip Marlowe, al comienzo de esta admirable novela, acaso la más lograda de su autor y también uno de los libros más conmovedores y poderosos del siglo XX. La escribió mientras su mujer, Cissy, se estaba muriendo y es una novela que alcanza una intensidad emocional nunca lograda en este género hasta entonces. Uno lee esas primeras palabras y ya sabe que la relación entre Philip Marlowe y Terry Lennox no va a ser trivial. Pero, ¿quién es Terry Lennox?. Una buena parte de la gracia de esta novela estriba en que nunca se termina de averiguarlo del todo. Al principio no es más que un alcohólico, casado con una casquivana millonaria que lo trata como un pelele y cuya tiranía él acepta mansamente. Pero tiene maneras distinguidas, su trato resulta agradable y establece con Marlowe, que lo recoge del suelo en medio de una de sus formidables melopeas, una sintonía inmediata. Es imposible no simpatizar con Lennox, porque hay en él algo que inspira ternura, porque parece indefenso y a la vez fuera del alcance de todos. A fuerza de ir juntos al Victor’s, un bar semivacío donde siempre beben lo mismo, gimlet, Marlowe y el borracho acaban por tomarse afecto. Terry Lennox le cuenta que su mujer, Sylvia, le ha abandonado. A Marlowe le intriga la educación y el acento inglés y la afabilidad de Lennox. Al cabo de unos meses se vuelven a encontrar y Lennox le cuenta que se ha vuelto a casar con su ex-mujer. Entonces, Terry Lennox aterriza en el ático de Philip Marlowe una buena noche de verano a las cinco de la madrugada pidiéndole que le lleve al aeropuerto de Tijuana. Parece como si hubiera matado a su mujer, Sylvia, pero Marlowe no avisa a la policía porque no cree que haya sido Lennox. Su mujer había aparecido muerta en la casa donde solía encontrarse con sus amantes, con el rostro reducido a una pulpa sanguinolenta. Terry le pide a Marlowe ayuda para huir a México. Marlowe, sin hacer preguntas, le lleva en su coche al otro lado de la frontera. Al regresar a casa se encuentra con que la policía le pide explicaciones de mala manera. Marlowe se encuentra en su casa al sargento Green y al detective Dayton. Marlowe no coopera y se lo llevan a la comisaría. Termina entre rejas acusado de complicidad en un asesinato, y le sueltan cuando las autoridades del pueblecito de Otatoclan informan del suicidio de Lennox. Asi Marlowe se entera de que Lennox se ha suicidado. Pero antes de matarse, su amigo tuvo tiempo de enviarle una carta, y con ella un ejemplar de un raro billete: uno que lleva un retrato de Madison y vale 5.000 dólares. En la carta, Terry le dice adiós y le pide que vaya al Victor‘s a tomarse un gimlet en su memoria. Y Marlow cumple el encargo. De manera que Marlowe ayuda a escapar a México a un amigo rico, al que cree inocente del crimen del que es acusado, y eso primero le cuesta la cárcel y luego le abre las puertas de la alta sociedad californiana, saliendo de todo el asunto más escéptico que nunca. A partir de aquí, y esto sucede antes de completar el primer tercio del libro, Terry Lennox está ausente, y sin embargo sigue teniendo un protagonismo intenso en la historia. Por creer en su inocencia, Marlowe inicia una tortuosa investigación que le depara mil sinsabores: la policía le detiene y le golpea, un mafioso local le amenaza y el opulento padre de la difunta, que no quiere escándalos, le sugiere que más le vale abandonar sus indagaciones. Un segundo argumento empieza cuando Howard Spencer, un periodista, llama a Marlowe para pedirle que cuide de Roger Wade, un escritor alcohólico, un tanto violento, y que desaparece de vez en cuando. Con estos dos planteamientos se va desarrollando y entramando el argumento de esta obra. Esta obra es en la única en la que Marlowe tiene una relación con una mujer, Linda Loring. Pero también conoce a una criatura de ensueño, la ausente rubia de ojos violetas Eileen Wade, ante cuya apabullante aparición el detective improvisa una teoría sobre las rubias sencillamente antológica. Eileen Wade es una asesina totalmente convincente, pero el hecho de que cometa dos asesinatos casi carece de importancia. En realidad lo importante es el estudio del conflicto de las lealtades y el estudio del personaje Terry Lennox. La novela comienza con el misterio de Terry lennox, luego el misterio de Roger Wade. La conexión entre ambos es Eileen Wade antes mujer de Lennox y ahora de Wade. Cuando ella confiesa los dos asesinatos y se suicida, el interés vuelve a Lennox, con quien el libro termina. A lo largo de su investigación, Marlowe conocerá a otro Terry Lennox: su pasado oscuro y trágico, la verdadera índole de sus sentimientos y de su carácter. Tanto Lennox como Marlowe son personas solitarias, desencantadas y destilan cinismo. Estas características los acercan y les permite compartir gimlets en un par de bares que comienzan a frecuentar. El tratamiento del tema de la amistad nunca había recibido tanta dedicación por Chandler y su exploración le permitió realizar su novela más ambiciosa y mejor lograda por la elaboración psicológica de sus personajes. La amistad entre Lennox y Marlowe se desenvuelve con aparente naturalidad, aunque el primero mantiene un incómodo secreto y el segundo se aferra a una lealtad que incluso lo enfrenta con la policía. A la postre se descubrirá la asimetría de su relación y la flaqueza de los andamios que la sostenían. A lo largo de la trama, Marlowe va recolectando desengaño tras desengaño y, por ello, vemos que el personaje se va suavizando y manifiesta menos cinismo que en los otros libros. Incluso los editores de Chandler le enviaron una carta muy cortéz, pero que manifestaba su discordancia por el nuevo sentimentalismo del personaje. En un principio, Chandler realizó algunas correcciones para endurecer a Marlowe, pero, después de un viaje a Inglaterra, prefirió romper con la editorial y mantener el giro romántico de Marlowe. Él mismo se reconocía, en esos momentos, como un sentimental y dijo "Soy lo bastante anticuado para estar profundamente enamorado de mi esposa después de veintiocho años de matrimonio." Marlowe que se niega a dejarse ganar por la realidad y donde, para no renunciar a la amistad, cierra consciente y deliberadamente los ojos ante el hecho de que su amigo, el hombre por el que él ha mentido, ha sido vapuleado y ha mantenido la boca cerrada, le ha traicionado desde el principio. Como se ve, la obra de madurez de Raymond Chandler, El largo adiós, discurre a través de una compleja trama. El detective no sólo encarna aquí, una vez más, una honradez y rectitud que, por raras, lindan con la extravagancia, sino que a lo largo del libro, tanto él como el resto de personajes que se imbrican en la acción, son matizados con una sensibilidad que hace que la novela trascienda de forma indudable de las convenciones del género. Al paso, Chandler va trazando un vivo retrato de la sociedad californiana de su tiempo y una demoledora descalificación del american way of life: una civilización de brillantes envoltorios que principalmente contienen basura, en las palabras del magnate Harlan Potter, tan vigentes ahora como en 1953 (si no más). Como nunca antes, la propia ciudad de Los Ángeles se manifiesta contundentemente como si fuera otro complejo y desilusionado personaje. En suma, El largo adiós es una lección sobre cómo contar una historia, una galería de personajes plenos y seductores, instantes para la risa y para la emoción y, sobre todo, una mirada moral sobre el mundo. No se puede pedir más. Raymond Chandler nació en Chicago en 1888. Se educó en Inglaterra, publicó ensayos y poesías en algunas revistas, fue funcionario público, comandó un batallón canadiense en la Primera Guerra Mundial y a los 30 años se convirtió en ejecutivo de una compañía petrolera. Se enamoró de una mujer casada 17 años mayor que él, con la que se casó después de que ella se divorció. En 1932, en plena Depresión, fue echado del trabajo por ausentismo, originado en su agudo alcoholismo. Entonces trabajó de empleado bancario, de vendedor de raquetas de tenis y de recolector de duraznos. A los 45 años se decidió definitivamente a escribir (su vocación postergada largamente). La revista "Black Mask" le publicó en 1933 su primer cuento, "Los chantajistas no disparan". Recién cuando Chandler tenía 51 años, en 1939, apareció "El sueño eterno", la primera novela de su cínico, solitario y alcohólico alter ego, Philip Marlowe. Después vinieron "Adiós muñeca" (1940), "La ventana siniestra" (1942), "La dama en el lago" (1943), "La hermana menor" (1949), "El largo adiós" (1953) y "Playback" (1958). Chandler se desbarrancó la tras muerte de su esposa en 1954, luego de una larga y penosa enfermedad. Recrudeció su alcoholismo, e intentó suicidarse. El 26 de marzo de 1959 falleció de una neumonía, a los 70 años, en La Jolla

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