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lunes, 4 de julio de 2011

Las afinidades electivas de J. W. Goethe por Paolo Taviani y Vittorio Taviani [1996]



La novela de Goethe "Las afinidades electivas" (1809) relata el reencuentro luego de 20 años entre Eduardo y Carlota, quienes deciden casarse y vivir juntos cada momento de sus vidas para compensar todos los años perdidos. Pero ante la llegada de Otto (amigo de infancia de Eduardo), y de Otilia (hija adoptiva de Carlota), su relación se verá alterada debido a fuertes atracciones entre Carlota y Otto, y por otro lado entre Eduardo y la joven Otilia. En la película, parece haberse querido conservar o recrear la impronta romántica de la novela de Goethe junto con su espíritu racionalista. Hay, por eso, una curiosa conjunción de idealismo utópico y de decoro convencional; de educación, ciencia y de pasiones elementales; de obligatoriedad moral que frena la irracionalidad romántica. Al ser trasladada la acción a la Toscana, cerca de Pisa, la luz da a todo, sin anular lo anterior, el protagonismo de lo mediterráneo: ya no es el castillo de la novela, sino un palacete en el campo, desde el que se establece continuidad visual con el paisaje, claro y soleado, el agua transparente, y el bosque, traspasado de luz. El agua y la luz dan un carácter definitivo a esta bellísima estampa de amor refinado y trágico. Los hechos son ciertamente trágicos, pero distanciados, solemnes, elegantes; como si la educación racionalista no permitiera a la naturaleza humana gritar, y a veces ni siquiera hablar. Carlota y Eduardo se encuentran tras años de ausencia y reviuven su primer amor. Casados, se establecen en ese palacete del campo, sobre el que proyectan obras de ingeniería para hacer productiva su gran propiedad rural. A pesar de la reticencia de Carlota, Eduardo llama, para esta tarea, a su amigo de la infancia Otto, arquitecto. Como si lo presintiera, Otto y Carlota se sienten mutuamenmte atraídos, y ella, para evitar lo indebido, llama a su lado a su ahijada Otilia. Pero ésta y Eduardo se sienten apasionadamente atraídos también. Planteada así la situación, en esa pugna entre la "afinidad" y la "elección", unos pelearán por el bien domeñando su naturaleza, otros caerán y rectificarán, otros se dejarán arrebatar por la pasión hasta ir contra los lazos más fuertes de la sangre y del deber. El desarrollo del argumento hasta su final es, como así es la novela de Goethe, melodramático; aunque los hermanos Taviani, tanto en el movimiento de cámara como en la dirección de actores, hacen de todo él un juego de contención y mesura, de distanciamiento incluso. La interpretación es sobresaliente, magnífica en Isabelle Huppert (Carlota), que consigue en pequeños gestos, apenas esbozados, traducir su turbado mundo interior. La novela de Goethe no es hoy un best-seller; sin embargo, mantiene viva la realidad de la condición humana, su interés y ejemplaridad. Y la película de los Taviani es sin duda una obra digna de aplauso, que no está, a pesar de los fallidos intentos de la propaganda, en la línea de un dislocado erotismo —unas cuantas imágenes sacadas de contexto y magnificadas—, sino en la línea de lo arriba señalado, fiel al espíritu de Goethe.

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